

En los últimos años se ha estado hablando mucho del brunch. El término no es otra cosa que la combinación de las palabras inglesas “breakfast” (desayuno) y “lunch” (almuerzo o comida); por lo tanto, el brunch viene a ser una comida que mezcla uno y otro.
Por lo general, se consume entre las diez de la mañana y las cinco de la tarde, y se suele asociar con los fines de semana o festivos. La característica principal del brunch es que mezcla comida dulce con salada. En el caso de la primera, lo más común son los panqueques, las tostadas francesas y los gofres. En cuanto a la salada, el gran protagonista es el huevo.
De hecho, el plato típico del brunch son los huevos benedictinos. Consiste en una base de muffin ingles (unos panecillos que se parten por la mitad y se tuestan), sobre los que se colocan unas tiras de beicon crujiente y, sobre este, un huevo escalfado; todo cubierto con salsa holandesa.
Sin embargo, hoy en día, el brunch se ha hecho tan popular que miles de restaurantes lo han incorporado a su carta -o incluso se han especializado en él- y continuamente proponen nuevos platos, desde opciones saludables para los que quieren cuidarse más; más calóricas para aquellos con un enorme apetito o una gran resaca, o incluso veganas y para celíacos.
En cuanto a las bebidas, la más común para acompañar el brunch es el cóctel Mimosa (cava con zumo de naranja), el cóctel Bellini (cava con zumo de melocotón) o el Bloody Mary. También está la posibilidad de un buen batido, un smoothie o un porridge de manzana.
Si bien el brunch pudo parecer una moda pija y posturista cuando apareció por primera vez, hoy en día se ha vuelto algo tan normal en nuestra sociedad como puede serlo la tan arraigada “merienda-cena”.
Leave a Reply